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Puntos de sutura

Siempre a destiempo. Siempre a la espera de algo que no llega y que justo cuando te olvidas impacta contra ti en un choque frontal. ¡ZAS! ¿te ha hecho daño? pues te jodes. Así funciona. 

Y ni se te ocurra volver a esperar porque no llegará, alma de cántaro, al menos, no en el momento ni el lugar que tú querías. Olvídate, entiérralo en lo más profundo de tu mente, en algún rincón lleno de polvo con cajas mugrientas donde guardabas tu primer escorchón o la primera vez que te tiraste un helado por encima. Guárdalo bien dentro, tanto, que cuando el destino te lo vuelva a arrojar a la cara, le cueste al dolor una eternidad ubicarlo.

Se acabó jugar al pilla pilla a la pata coja o al escondite al descubierto, vamos a jugar a juegos de mayores con reglas de mayores. Se acabó el darme un besito en la herida cada vez que escuece, la solución son 1,2,3.... 1000 puntos de sutura.

El doble exacto

Casi noto la carcajada que se produce al otro lado de la pantalla. ¿Será la araña que desde la red me pica y me dota de poderes cósmicos? Debe ser otra cosa... Será que te conozco de mucho y  he memorizado cuantas octavas alcanzas cuando te ríes. Será que he calculado el ángulo de curvatura de tus hombros cuando se encogen, la velocidad a la que expulsan tus pulmones el aire que exhalas después de haberlo contenido durante segundos. Será que he clasificado los tonos de tu piel en un nuevo círculo cromático que lleva tu nombre. Que he intentado diseccionar tus ojos para saber cuándo y por qué segregan lágrimas,  para después llevar a la altura de los míos el vaso de precipitado con tan valioso líquido. ¿Influirá que tenga un álbum de recortes sobre tu pelo, sobre tus espalda, tus cejas, o tus orejas? No lo sé.

Lo he calculado todo y, sin embargo, no puedo encasillar tu amistad en una escala del 1 al 10, ni decirte que te quiero un 9’8. No puedo expresarte en cifras lo que valoro el tiempo compartido,  ni darte argumentos razonables de los celos, de la alegría, del cariño loco o de la ternura que me provocas, independientemente de que haya marejada o mar en calma, sol o riesgo de precipitación en el horizonte. Ojalá fueras una ciencia exacta, pero no lo eres.

Por eso me sigo perdiendo, porque por mucha brújula que lleve siempre acabas por cambiar el magnetismo de tus polos y no siempre estoy atenta. Hay veces que me escondes la estrella polar y no sé volver a casa. Quizás algún día terminaré por no volver a encontrarte, pero hasta entonces, dejemos encendida la luz del porche para que pueda dejar el maletín en la puerta con todo el instrumental y darte un abrazo que desafíe los límites de la razón.

Hasta nunca

Si tuviera que elegir un momento de los nuestros, no escogería la primera vez que te vi a través del cristal de la ventana. Tampoco nuestra primera conversación, ni aquellas palabras que, pese a estar rodeados de gente, se quedaban entre nosotros dos. Quizás me detendría un momento en esas medias sonrisas que destapé, o en la única vez que me anoté una carcajada (me la quedo, ya lo siento). También me pararía un momento en aquella vez que obviamos el bochorno de agosto buscando otro tipo de calor. Pero, como cuando pasas rápidamente las páginas de un viejo libro leído tantas veces que las has vuelto amarillas y en el que, en segundos, sabes encontrar tus partes favoritas, me di cuenta de que lo que importaba de nuestra historia no era el principio, sino el final.

Maldito "hasta luego" traidor y delator. Cómo quedó suspendido entre nosotros y el aire de la noche. Cómo quedamos congelados en medio de las rayas de un paso de cebra, mientras el semáforo bailaba al son de su música interna. Una de mis manos se dirigió en un movimiento rápido y certero contra mi frente y, la otra, cruzaba los dedos dentro del bolsillo del pantalón. Supongo que te supliqué con los ojos antes de que matáramos a ese luego con un adiós que te devolvió el movimiento. Supongo que me encogí un poco cuando te vi escapar a toda velocidad de la escena del crimen. Tampoco yo me quedé a observar el cadáver. No, yo también huí.

Al menos, fuimos cómplices. Adiós y suerte (aunque no la necesites)

Burbujeando

Burbujeando

Esta noche por mis venas no fluye sangre sino burbujas. Burbujas negras, como la Parca, que matan a Morfeo con una guadaña afilada. Burbujas negras, que en los silencios de la noche resuenan con un rugido atronador. En mi cabeza, en mis brazos, desde el cuerpo de esa botella coronada de labios carmín. Y yo desde la misma posición espero con un vaso donde  se podrían echar las monedas en un intento de provocarme algún nuevo movimiento. Rumiando de vez en cuando un sentimiento de culpa agudo, me miro en el espejo de la noche en el que se ha convertido la ventana. Mi cuarto convertido en un faro en medio de la oscuridad, guiando a las musas cerca porque aún burbujeo, aún quedan horas por delante. Horas para maldecir a un yo pasado que estaba demasiado ocupado haciendo nada para hacer algo y que ahora te sonríe burlón mientras aprietas el puño y te lamentas. O mientras buscas por la calle una presencia amiga que te vele mientras trabajas.Y al final, a eso de las mil, decides escurrirte como una sombra y refugiarte donde puedas sabiendo que tu yo futuro te odiará desde su atalaya a la mañana siguiente. Pero te das media vuelta, te envuelves en la sábana y le sonríes sardónicamente desde un palacio de Zetas.

Escribiéndote

Hoy te escribo a ti y solo a ti. En realidad, siempre lo he hecho y lo hago.Tu eres mi lector, esa persona a la que están dedicada todas las cosas que escribo, y las que no escribo y se pierden en los recovecos de la mente. Mi lector modelo, mi seguidor más fiel, al que consulto antes de poner un punto, o un acento, o si lo que digo tiene algún sentido. Y no lo sabes, ni creo que lo sepas pronto, quizás algún día, en una conversación de estas en las que finjo que no te escucho, o que no me importas (es la lacra de los que están cerca, que se hacen daño mutuamente), te lo contaré para que te des cuenta de una vez de como son las cosas y de como soy. Mientras tanto, te escribo en silencio, con palabras que te gritan a los ojos y no al oído porque no te gusta o porque no sueles escuchar. Supongo que las letras a veces valen más.

Soñando

Soñando

Da igual a donde mires. Cualquier rostro donde posas la vista muestra la misma expresión. El ambiente semeja una fotografía en blanco y negro. La falta de expresión, la monotonía, han inundado el escenario. Han adoptado el papel principal,  relegando al resto de sensaciones a los papeles secundarios, a la construcción del paisaje.

Escucho el ritmo acompasado de 60 respiraciones  sincronizadas. Moviéndose al son de la misma música. Inspiración, espiración …  ambas  conforman el estribillo de una canción sin más letra, cuyos bises se suceden sin parar envolviéndote en su melodía.

La mirada de todos posada en un mismo punto fijo. Las imágenes mentales de cada uno de ellos se podrían solapar y obtendríamos la misma, todas idénticas. Hasta el movimiento de sus párpados se sincroniza de acuerdo con algún extraño reloj biológico.

En ese punto inmóvil donde confluyen todas las miradas se encuentra una figura. No importa el sexo, la edad, tampoco la altura. Predicador, sin necesidad de púlpito. Comienza una letanía que parce prolongarse en el tiempo y en el espacio hasta el infinito.  Sus palabras se elevan en el aire y mecen en un cálido arrullo a los oyentes, los envuelven en un abrazo cálido pero superficial. La figura es una parte más del mobiliario.

 No hay viento que recorra la habitación como un caballo desbocado, ni siquiera una leve brisa,  incluso el cierzo, egocéntrico, omnipresente, se ha negado a asomar sus orejas por el cuarto.  Las paredes son los límites físicos de la burbuja. Tan fuertes, que incluso el tiempo es incapaz de traspasarlas. En suspensión. Todo está anclado en un mismo instante estirado al máximo. 

En medio del vasto océano hay una isla. Una coraza dentro del escudo. Solo en el fondo del iris, si lo observas muy de cerca, encuentras la nota disonante. Quizás un movimiento sutil, apenas perceptible, dentro del ojo, que entre un parpadeo y otro, encierra una historia cubierta por una leve bruma, parecida al humo de una locomotora.