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Hasta nunca

Si tuviera que elegir un momento de los nuestros, no escogería la primera vez que te vi a través del cristal de la ventana. Tampoco nuestra primera conversación, ni aquellas palabras que, pese a estar rodeados de gente, se quedaban entre nosotros dos. Quizás me detendría un momento en esas medias sonrisas que destapé, o en la única vez que me anoté una carcajada (me la quedo, ya lo siento). También me pararía un momento en aquella vez que obviamos el bochorno de agosto buscando otro tipo de calor. Pero, como cuando pasas rápidamente las páginas de un viejo libro leído tantas veces que las has vuelto amarillas y en el que, en segundos, sabes encontrar tus partes favoritas, me di cuenta de que lo que importaba de nuestra historia no era el principio, sino el final.

Maldito "hasta luego" traidor y delator. Cómo quedó suspendido entre nosotros y el aire de la noche. Cómo quedamos congelados en medio de las rayas de un paso de cebra, mientras el semáforo bailaba al son de su música interna. Una de mis manos se dirigió en un movimiento rápido y certero contra mi frente y, la otra, cruzaba los dedos dentro del bolsillo del pantalón. Supongo que te supliqué con los ojos antes de que matáramos a ese luego con un adiós que te devolvió el movimiento. Supongo que me encogí un poco cuando te vi escapar a toda velocidad de la escena del crimen. Tampoco yo me quedé a observar el cadáver. No, yo también huí.

Al menos, fuimos cómplices. Adiós y suerte (aunque no la necesites)

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