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Guión erróneamente atribuido a J.J. Abrams

Todavía suenan los últimos acordes de la banda sonora y los créditos aparecen en pantalla a cámara lenta. Acaban de decirse un adiós sin fecha de caducidad, pero no piensan en eso, por lo menos, ella.

Ella sigue con la adrenalina recorriendo sus venas, las ganas de comerse el mundo aún intactas y hornea recuerdos mientras mira por la ventanilla del coche. Y se ríe sola, en silencio, horas, días después, mientras lucha contra el olvido por conservar las carcajadas.

Por eso decide repasar el guión. Todas esas líneas que una vez atribuimos, erróneamente, a J.J. Abrams.

Primero, la atrajo el aire. Un aroma a tierra mojada que se coló por la ventana mientras dormía, dejándole huella. Probablemente le hizo soñar que volvía y que aspiraba el aroma desde el balcón, mientras esa montaña que ocupa todo el marco la observaba. Se vio a sí misma desviando de cuando en cuando la mirada hacia la casa de al lado, jugando a entrever lo que hay tras los visillos, imaginando un movimiento espejo detrás del cristal. 

Después, cuando la realidad se impuso con las primeras luces, la embargó ese miedo que ya conocía como se conocen las penas y el alcohol, y todos sus errores revolotearon en la habitación.

Se recordó que debía algo a alguien.

Se convenció de que hacía lo correcto.

Solamente allí, cuando lanzó el primer vistazo rápido a la mesa, sin apenas mirarles a los ojos para que no descubrieran su secreto, admitió que lo que la había llevado allí era la promesa falsa de un beso. Uno bajo la enredadera y otro en el quicio de la puerta. 

Pero en su lugar hubo abrazos y bastaron tres segundos para saltarse el guión y reescribir uno nuevo, mejor. La aparición especial la salvó. La salvó como solo saben hacerlo los mejores personajes secundarios, esos que hacen palidecer al protagonista cuando se llevan a la chica de calle casi sin que te des cuenta.

Empezó abrazándola un segundo más que los demás, no porque hubiera una razón o un drama que compensar, simplemente, porque se alegraba de verla de nuevo. Después, cuando el cielo plomizo vertía sobre ellos gotas que se colaban en el ánimo, se retrasó poco a poco hasta adaptarse a su paso, escuchándola divagar con la niña, como una niña, sobre una futura locura rodeada de gatos en esa mansión. Sorprendentemente, le siguió el juego sin percatarse de que al hacerlo se convertía en la salida de su antigua vía de escape y la hacía sonreír otra vez. Retornó el equilibro. Mientras Dean aporreaba muebles y gruñía a las paredes, la esperaba a la sombra de las escaleras y la escoltaba hasta casa, aunque fuera el único capaz de perderse por allí. 

Todo despertó otra vez. Volvían a ser cuatro caminando en fila mientras miraban las líneas del suelo de la carretera. Acababan de conocerse y se esforzaban, absurdamente, por caerse bien cuando ya tenían el trabajo hecho de antemano. Eran ellos en estado puro, como nunca volverían a serlo. Entonces, él todavía la quería en secreto; en ese momento, el otro aún no había llegado a quererla; en ese mismo instante, el tercero todavía cantaba con ella canciones de anuncio de zumo tropical mientras se columpiaban hasta el infinito en una barca de hierro.

La ilusión acabó en la puerta, cuando solo uno la despidió esta vez, apresurando el paso y dejándola sola con sus recuerdos hasta la noche.

Más tarde, tras juegos de cartas en un ambiente de humo y copas, mientras caminaban por carreteras que una vez pertenecieron a sus bicicletas, la luna la sorprendió hablando de nuevo con él. Encañonados por el haz de luz, ambos se encontraron consiguiendo una conversación diferente. Las carcajadas resonaron entre luces de pitillo ocultas en la ermita y sus ecos se extendieron a lo largo de la noche, acompañándoles todo el camino de vuelta. Poco importaba que otros rabiaran unos metros más allá, pues él le devolvía lo que ella tanto echaba de menos.

Al día siguiente, sentados a la mesa, mientras formaban equipo en juegos individuales, él jugó a sacarle una y otra vez la sonrisa escondida. Esa que ella pensaba que había perdido o incluso imaginado, esa que los años habían desgastado hasta casi hacerla desaparecer. Un gesto con el codo, cartas intercambiadas sin disimulo y risas bajas espaciadas por sorbos de cerveza. Más tarde, llegarían los intercambios de hijos primogénitos por Lavapiés, los indultos estúpidos en Paseo del Prado, el robo constante e "inadvertido" de casas para Paseo de la Castellana y su hotel convertido en caravana, las amenazas de cortar el agua y la electricidad a quien se pusiera en su camino. Y más carcajadas, incontrolables, fluyendo como un torrente y diluyendo lo demás. Finalmente, llegó la bancarrota más dulce de su vida. Se esforzaba por recuperar el aire mientras a su lado sus dos amigos debatían quién tenía derecho a quedarse con ella.

La discusión se prolongó más allá del tablero y su absurda manera de quererla hacía que su sonrisa no dejara de bailar en la noche. Segundo tras segundo, anécdota tras anécdota. 

Las luces del coche los deslumbraron, mostrándole a las estrellas como ella buscaba su protección cogiéndole del brazo. Unos celos de juguete les devolvieron a un antiguo jugador. Los tres se repartieron la noche y las carcajadas una vez más, y los recuerdos fluyeron imparables a través de sus palabras.

La primera vez que los vio no fue en torno a una mesa de billar como quiso hacerles creer. Fue en una esquina del bar, sentados en torno a una mesa desvencijada planeando qué hacer. Intercambiaron miradas, saludos incluso, y ella luchó para arrastrar a todas esas fibras de su ser que se empeñaban en quedarse ahí quietas con ellos. Recordó los mil planes que bulleron en su cabeza para encontrarse de nuevo, para caerles bien. Nunca tres personas habían sido tan importantes ni significado tanto para ella. 

Parecía fácil ahora, mientras se sonreían con complicidad ocho años después de esa tarde de verano. Pero también habían perdido mucha magia desde entonces. Después de todo el esfuerzo, de luchar tanto, casi les había perdido a los tres.

Por eso su corazón latía tan rápido cuando, al menos por una noche, podía conservar a uno. Bum bum, bum bum, sus latidos acelerados retumbaban en sus oídos durante ese momento en que el universo le concedía además un amigo de regalo por los dos que ya había perdido.

De repente, una piedra, de esas que el destino coloca estratégicamente en el camino, la hace trastabillar. Ambos la sujetaron mientras exhalaba un grito ahogado. Fue entonces cuando levantó la vista y se encontró con esos ojos que antes conocía tan bien. Leyó la preocupación en ellos con demasiada facilidad. Él era así, no podía dejar de cuidarla, no conseguía dejar de quererla por mucho daño que le hiciera. Y eso les asustaba demasiado. A los dos. Porque todo les condenaba a quererse y odiarse eternamente.

El último día, se pasó la mañana haciendo la maleta mientras su mente bajaba corriendo la cuesta, abría la puerta y se sentaba en un sofá que conocía la forma de su cuerpo. En cambio, permanció sentada, rígida en su propio sillón mientras obligaba a su mano a mojar tinta y rasguear una y otra vez el papel con la pluma. Con las sombras de la tarde los vio llegar por la ventana y toda ella revivió por última vez. Resultaba extraño tenerlos ahí, sentados en su salón, charlando con su familia mientras ella subía y bajaba del piso de arriba. La esperaban, a ella, a nadie más. 

Le regalaron una tarde del pasado. Caminaron por viejos caminos rodeados de huertos, espinos y árboles con flores rosas que una vez estuvieron en su pelo. La llevaron hasta esa casa que algún día sería suya. Suya para poder recordarles mucho tiempo después de tenerlos a su lado. Él la condujo hasta la entrada y la dejó pasar, sin tratar de retenerla esta vez. Durante unas horas, jugaron a ser amigos con las nuevas reglas establecidas, durante unas horas, volvieron a estar bien.

Los tres se quedaron con ella hasta el final, sintiendo cada uno el tacto de sus rodillas bajo la mesa, reacios a dejar pasar los últimos momentos juntos, en ese equilibrio efímero recién alcanzado. Pero ni siquiera en ese lugar donde parece que el tiempo queda suspendido para siempre, pudieron detener las manillas del reloj. Despidió al primero en la puerta de su casa. Se fundieron en un abrazo tierno, de los que ella emplea para expresar cosas que no se atreve a decir. Se despidieron hasta el verano, con una promesa incierta de volver a verse y una última mirada que le grabara en la mente para los siguientes meses. Después, caminó con los otros dos hacia el final de la calle, lentamente, saboreando el momento, hasta que no lo pudieron prolongar más. Permanecieron unos segundos quietos, mirándose sin saber que hacer, a la sombra de esa montaña con la que ella había soñado. 

Dejó que su cuerpo fuera estrechado una vez más por esos brazos amigos, que la querían sin que ella entendiera muy bien por qué. La hizo reír una última vez a carcajadas. Como si supiera que no lo haría así en mucho tiempo. Le susurró "llámame" en tono conspiratorio, retando de nuevo al mundo a que se la arrebatara.

Se separó de él a regañadientes para enfrentarse a lo difícil. Le había dejado el abrazo final, ese que cargaba todo el peso de la despedida porque encierra el adiós más triste. Lo presionó contra su cuerpo, soñando con que eso bastara para decirle todo lo que quería, para arreglar todo lo que habían roto con los últimos besos. Cuando se soltaron sintió que la ilusión estaba tocando a su fin, pero la paladeó hasta el último momento. Les dio la espalda, se alejó y subió a la casa. Los vio marchar desde lejos y ellos la saludaron una última vez, llamándola por su nombre y haciendo que la sonrisa bailara de nuevo en sus labios. 

Agitó la mano en el aire mientras el coche arrancaba y se perdía de vista. Se quedó sola otro año más. Fue entonces cuando lo comprendió. Nunca fueron supervivientes de la isla, lo siento Abrams. Ella siempre había formado parte un pintoresco pueblo inventado de Connecticut

There was a town, in Maine...

“-Rough day?

-I don’t feel like talking

-C’mon, sometimes is easy to talk to someone when you don’t care a crap what they think.

-Have you ever walked in a situation where you know exactly what’s going to happen, and then you go into it anyway… And then, when what you’re afraid of happens, you kick yourself because you should’ve known better… But that’s just who you are, so you keep punishing yourself?.

-No.

-How do you do that?

-By never doing what is expected. Keeps life interesting."

Volviendo a los orígenes

-Oye... no querrás... ¿Plaza? ¿esta tarde?

-Vale, pero dame 10 minutos que me tengo que duchar ¿eh?

-Ey, se retrasa todo media hora... sí, sigue en la ducha

-Perdóoon perdón, ha sido mi culpa. No encontraba los guantes

-Estamos hechas la una para la otra, tú bajas un cuarto de hora tarde... yo llego ya con otro de retraso... Nos van a matar

-Oye perras, haberme avisado de que ibáis a llegar una hora tarde, que así me sacaba el pelo.

-Brrrr, que frío...

-¡¡¡¡¿qué tal?!!!

-LIBREEEEES

-¿Recuerdas aquella vez sentadas en esa tienda, tú y yo, cuando intentamos echarnos una foto?

-Y Laura probandose mil cosas

-Y tardando un siglo

-Nosotras desesperadas

-eh eh.. vale... es cierto

-Hoy harás igual

-¡Aparca en Verdecora!

-Dirección contraria

-Verdecora...

-No hay sitio, mirad a los lados..  

-Hace un siglo que llevo haciendo eso... ¡NIÑA! 200 puntos

-No.. si al final, tendremos que ir a Verdecora

-Mirad, mirad, en dirección contraria, ¡a lo salvaje!

-¡¡Uhhhh salvajeeeee!!

-Es muy fácil, giras a la derecha, sales por aquí, das dos vueltas a la izquierda haces el pino puente y luego pasas el casino y la calle del parque...

-Pero a ver, seremos CHICAS , a mi las rubias no me caen bien. ¿habrá rubias?

-¿Pero tú que te vas a poner?

-Yo te rizo el pelo

-Gema irá sola en el tren

-Emoooooo, BIEN. Me llevaré tantos libros que leeré hasta encima de la barra libre

-No os preocupéis, una os llevará al Mercadona, la otra a la estación.

-JAJAJAJAJAJA

-llegaremos a las 4 de la mañana y seremos el alma de la fiesta.

-Bailemos a Britney, ya veréis

-Hit me baby one more time (pero más de una vez)

-Mira como mueve el culo

-Realmente el brazo izquierdo no sirve para nada

-La última

-yeah, perezosacreativasalvaje

-Que empecéis bien

-Perfecto, nos veremos

 

 

 

 

Cuestión de enfoque

Un cuadrado, dos cuadrados, tres cuadrados... rectángulo. Y luego la serie vuelve a empezar. Mis pasos marcan el ritmo en el que se sucede todo. Tap, tap, tap. Paso de cebra, punto y aparte y ves la vida en blanco y negro. Pasan los segundos y vuelve a empezar: cuadrado... cuadrado... y de repente, una mirada, una sonrisa, una cabeza conocida entre geometrías grises.

Es como cuando el cámara suelta el aparato y ves como el encuadre gira a toda velocidad y adquieres nueva perspectiva. El cielo es tierra y la tierra es cielo. Y el sol vuelve a brillar. Un abrazo cálido, cariño, mucho cariño, del que te arropa cuando te vas a dormir. Alguien a quién le gusta escuchar tu voz y viceversa.

"Te debo un café..." suspiraré por enésima vez cuando nos separemos, preguntándome porque nunca lo tomo de verdad. "Claro" y sonrisa. Porque las sonrisas me pirran.

Luego, me iré, desandando el camino andado. Las luces de las farolas iluminan el suelo y juegan con las sombras de las baldosas. Da igual porque esta vez voy con la mirada en lo alto, ahora, voy contando estrellas.

Soñar con comprarse una concha y vivir en ella

Gritar hasta que sangren las cuerdas vocales. Golpear al universo hasta que solo queden escombros. Llorar hasta que los ojos se secan. 

Sentirte imbécil, absurda, inútil y seguir fingiendo que no pasa nada.

Dejarte manipular un viaje más, porque, total, para eso estamos. Para servir de servilleta de papel y bailar luego en la basura.

Pero, eh, no te olvides de sonreír esta vez.

I never saved anything for the swim back

"-Lo siento, parece que eres lo que dicen que eres y más.

-Y qué me dices de ti, Aireen, estas diseñada como nosotros.

-Como vosotros no es muy exacto... inaceptable probabilidad de fallo cardiaco, creo que eso es lo que dice el manual, el único viaje espacial que haré será girar alrededor del sol desde este planeta.

-Pues si tienes un defecto, desde aquí no puedo advertirlo.

-Si no me crees, toma, cógelo, si sigues interesado avísame...

-Lo siento, se lo llevo el viento."



"-Pero tenemos una cosa en común... nuestro corazón, salvo que al mío no le quedan 20 o 30 años de vida, el mío ya tiene 10.000 latidos de más.

-No es posible.

-Tú eres toda una autoridad en lo que no es posible,¿no es cierto Aireen?. Te han obligado a esforzarte en buscar defectos que al cabo de un tiempo es lo único que ves, pero por si te sirve, yo estoy aquí para demostrarte que es posible, es posible..."

¿Crees en ti ?

 

"Depende del día". 

Y de la hora.

Y de los segundos que se escurren entre los dedos.

Depende de que no me cuelgues el teléfono deprisa, sino que alarguemos el momento, demorándonos en detalles absurdos para eternizar la conversación.

Del número de sonrisas, o de la ausencia de ellas, a lo largo de la mañana

Y de la tarde.

Depende de la canción que suene de banda sonora mientras viajo en bicicleta.

Y de si la niebla podrá envolverme y ocultarme por completo.

De si la memoria se empantanará o brillará con luz propia

Y de si se empeñarán en cortarle las alas al soñar o le dejarán volar una noche más.

Depende de encontrarnos entre baldosas desvencijadas en una calle ventosa

con tiempo de mirarnos 

y evaluarnos, 

matando los minutos con espadas de juguete,

esperando confiarte ese secreto que no vale nada, pero que me haría empezar a rezar.

Nivel 29

 Vamos a complicarlo todo, dijimos, vamos a vivir la vida en modo experto. Vamos a hacerlo todo tan difícil que no podamos encontrar la solución. Y nos atascamos, los dos, pero tú pensaste que yo había mirado la guía de trucos. No, no lo tenía mucho más claro. Probé suerte en el google y me salió porno, mientras, me usabas de corrector de word. Así que me hice software pirata y caduqué al poco tiempo.

Quizás era solo un virus infectándolo todo. Quiero pensar que fui maligna pero encantadora, porque te pedí educadamente que me borraras y no quisiste. "Formatéate o no terminaras de funcionar correctamente", "si quieres hacemos copia de seguridad"... jajaja... qué pedazo hija de puta.

Te dejo solo en el multijugador, ¿vale?, creo que yo ya me he pasado el juego. 

Pongamos que hablo de...

Es como la sensación que recorre tu piel cuando un sol de tres de la tarde traza con sus dedos los rasgos de tu cara. Lentamente, sin prisas, con una dulzura casi dolorosa. Cierras los ojos y notas como ese ritmo familiar bombea vida por tus venas. Conviertes la elevación del pecho producto de la inspiración en una suerte de abrazo, que envuelve el aire a tu alrededor. Entonces el tiempo se detiene y, por unos instantes, solo sientes calor.

Lo bueno es que tu cuerpo es capaz de evocar ese momento si se concentra lo suficiente mucho tiempo después, mientras se encorva vapuleado por el cierzo y a cincuenta grados bajo cero. El truco es guardarlo en lo más profundo de lo profundo, allá cerquita del polo sur del corazón que es donde se guardan las cosas que pretendes conservar para siempre. Sur, porque el norte a veces es demasiado racional como para conservar un metrobús o esa entrada sacada en un cajero sin tarjeta a las diez de la noche. Y eso importa.

Es importante, leñe, es importante. Porque cada día que pasa se lleva un pedacito de lo que vivimos hace varias mañanas, por mucho que cabezoneemos y nos pongamos matracas. Vendrán a limpiar y harán hueco. Primero olvidaré la camiseta amarilla de la chica de ojos increíbles que se sentaba a mi lado en el bus. Olvidaré como dos cuellos en perfecto ángulo recto dejaban que el aire jugara con su cuerdas vocales y los números de los asientos de la izquierda, donde otras dos me regalaban, sin darse cuenta, vistas privilegiadas de sus perfiles recortados por la ventana.

Luego se irá la primera noche, en esa cama grande de tres que al final preferirá parejas. Los primeros vídeos, el primer striptease y esas carcajadas que se oían entre las brumas del sueño, enfrente, dos puertas a la derecha.

Les seguirán los mil cuadros del Prado, menos uno de Velázquez, que guarda un viaje temporal. Los patos del Palacio de Cristal, los traumas creados por un deseo sexual llevado al extremo y el todo a cien que pertenece a la reina. Al final tampoco recordaré lo que se quejaron mis pies, ni siquiera cuando bailaron al ritmo de tambores de agua desde un asiento del teatro Arteria.

Desaparecerán poco a poco los suntuosos salones de palacio, sus jardines y hasta la puerta del Sol quedará a la sombra. En unos meses, incluso podría afirmar que me adentré en el interior del Templo Debod o que la última noche, Madrid nos vio bailar por sus calles.

Olvidaré el bus 176, el metro, La Plaza de Castilla, la versión estrella (múltiples en realidad) de Juan Magan (grammy latino, oiga), y cómo enamorar perdidamente a la cámara.

Pero no pasa nada. Da igual que pierda unas cuantas batallas. Basta con que cuando apriete el frío y mi piel cortada y ajada por los elementos se resienta, cierre los ojos y evoque la sonrisa tan dulce de la guía o, por ejemplo, los ojos verdes, tiernos, y el gesto al despertarme cuando llegábamos a Madrid de la chica que se sentó a mi lado. Cómo hasta la más dura me arropó por la noche e incluso se dejó abrazar durante unos segundos, recordando otros viajes, otros momentos. Simplemente con mirar los envoltorios de chupachups que la más joven me guardaba mientras me daba educadamente las gracias (morena, siempre morena). Basta con que reproduzca en mi cabeza esa carcajada que me sé de memoria pero que, por si acaso, junto con toda la esencia del viaje, la última se empeñó en documentar.

No necesito más, 5. Cinco personas son lo único que me hace falta para poder sentir, de nuevo, el sol en la cara. 

Examen de biología

Rabia. Siento rabia. Por quererte. Por quererte demasiado.Por quererte demasiado de una forma distinta a la tuya. Por no entenderte y porque tu no me entendieras. Por entendernos demasiado tarde.

Rabia, sí. Una rabia que no es sino un dolor encendido que adopta el disfraz de la mala leche por miedo. Pero el fuego siempre se acaba apagando y lo que deja son las cenizas que abrasan infinatemente más que la hoguera del principio. Porque abrasan por dentro, entran por los pulmones y se introducen en la más mínima grieta dificultándote la respiración. Se aposentan en la base del estomago y se convierten en exceso de equipaje. La solución es que vengas, me abraces y me digas que en el fondo nunca te has ido y que lo estás pasando tan mal como yo.

Pero es fantasía. Porque ni siquiera tu absurda manera de quererme se ha salvado de la quema. Eso ha hecho que las cenizas ardan unos segundos más, para morir luego y aumentar sus sedimentos, que parecen llenar los huecos que has dejado atrás.

Te odio. Te odio por no importarte, por haber pasado una página que yo no quería pasar. Por no llamar, por no preocuparte, por no escribirme y por no felicitarme. Te odio por echarte tanto de menos. Pero me odio más a mí, por perderte, por no ir a buscarte, por dejarte marchar pensando que lo nuestro es de estas cosas que siempre están ahí porque había varios años de precedentes. Imbécil, nunca dés nada por sentado... Te regalaría todo mi orgullo. Toma, escóndelo. Tíralo por ahí y dale una patada. Y así solo quedaré yo y mi miedo. Para que me culpes y me reproches, para que me grites una verdad tan absurda que todo el mundo sabía de antemano y para que me perdones. Sí, porque al final, la que lo estaba haciendo mal siempre he sido yo.

Invéntame una máquina del tiempo para que pueda retroceder al momento en el que lo nuestro se volvió un imposible. No cambiaría el mundo a grandes rasgos, pero sí grandes rasgos del nuestro, lo salvaría en realidad. Déjame ser el héroe, por favor,por una puta vez, porque de verdad que ya me he hartado de ser el villano. 

Autodestrucción

"No sé por qué la pagas con ella. De todas las personas del mundo, es la que más te apoya".

La magia del directo

Fris fras, golpe de brocha va y viene por mi cara. Tapa manchas, tapa ojeras, tapa marcas.. pero no tapa el miedo. Mi cara es un lienzo, hoy lo estoy pintando porque debo, pero sigue siendo el mismo cuadro de siempre con una pequeña restauración.

Y escondo bajo el rímel y la raya de ojos las lágrimas, para que así mi cerebro los use de excusa para parar al lacrimal cuando la razón pierda el control y se lo deje a la emoción. Y luego me pinto los labios, de mala gana, porque así escondo la sonrisa triste y compongo una imagen falsa, que odio, pero que el resto del mundo acepta mejor. El espejo me devuelve una mirada que no es la mía, dice que me la guarda para cuando vuelva y me pueda quitar el disfraz.

Mis dedos recorren el marco, se contienen para no arañar las nuevas capas con las uñas y después caen lánguidos a los lados. Suspiro, me hago fuerte y me asomo a la calle. Cae lluvia ácida un día más. Cuando las gotas martillean contra la máscara se entrelazan los caminos que dibujan en mi piel. Entonces corro, escapo de aquellas que quieren desmontar mi farsa y me refugio donde puedo, para arreglar los desperfectos. Por fin, abro una puerta lateral y voy de escenario en escenario, como en una feria ambulante, bailando flamenco de aquí a allá. Pero hoy lo ha augurado la lluvia, no pisaré bien, se me romperá el tacón o mi voz se quebrará cuando pronuncie mi nombre. Por la maldición gitana, el público no aplaudirá esta vez. Y sin ese sonido la máscara parece resquebrajarse. La recompongo a duras penas para la próxima función y esta vez tenues aplausos se oyen desde las últimas filas. Con ellos, se pierde medio pintalabios por el camino. Espero a que se apaguen los focos y nadie me mire para dejar el escenario, ahora en penumbra, y volver dando un paseo a mi casa. La lluvia cae de nuevo, pero ahora es dulce y suave, limpiando con cuidado los pocos restos de la persona real que espera, como siempre, a que se baje el telón para poder actuar.

Vaya, ¿zapatillas nuevas?

Me gusta caminar contigo al lado mientras yo miro al infinito. Y que de repente te fijes en mi ropa, "vaya, ¿zapatillas nuevas?". Sí, son Javer... "Y los pantalones, ¿son nuevos también? no te los había visto" No, no lo son. ¿Y la camiseta? ¿Y el chaleco?" No, todos usados hasta la saciedad.

Acabas el recuento de los cambios producidos en mi vestuario desde la última vez que nos vimos. Como si nada más que mi ropa fuera distinto. No te fijaste en que estrenaba ojeras y ojos tristes además de zapatillas. Que lo de echarte de menos era nuevo, asi como dudar antes de contarte las cosas. 

Yo también  sé hacer inventario. Llevas la camiseta que te regalamos y un reloj de color morado que sustituye al tradicional casio negro. Llevas los pantalones vaqueros que te gustan y el pelo suelto, aunque sea verano, porque lo prefieres así. En tu cuello cuelga un collar que empieza a ser familiar. Y finalmente, llego a los pies y me quedó mirandólos un rato, porque es cómodo mirar al suelo en vez de a la cara. El mundo se para por unos instantes, dejandome espacio suficiente para dudar, pero en vez de decirte lo que quiero decirte, levantaré la mirada hasta clavarla en tus ojos y te diré:

"Vaya, ¿zapatillas nuevas?"

Cuestión de no quer... poder

-¿Me secuestraste con cuerdas y a punta de pistola? NO, pues ya está.

-Como buena amiga nunca haré eso.

- Pues ya sabes las consecuencias, te lo echaré en cara para siempre

-Me da igual, puedo con eso y más.

-Tú verás

 

3,2,1... Fight

Apoyó su cabeza en el marco de la ventana, lamentándose. Pero, vamos a ver ¿por qué lo dejé solo? PUM. Golpeó suavemente su frente contra la madera. ¿Cuánto tiempo llevaba pensando lo mismo? ¿Segundos, minutos, horas? Más bien siglos, pero no podía deshacerse de su imagen, y pensar que todo había sido por su culpa….

Daba igual que los demás intentaran aliviar su carga diciéndole palabras bonitas y de consuelo. Las convertía  en polvo a medida que las procesaba y las iba deshaciendo cacho a cacho. No, la culpa era suya y no había vuelta de hoja. Que no lo hubiera hecho a propósito ya era otra cuestión. En cambio, no podía dejar de pensar en que su función era precisamente la de protegerle y le había fallado, eso es lo que más le dolía. Verle así, magullado, dolorido otra vez por un momento de distracción. Tan tímido, tan asustadizo… ella era la figura fuerte que le amparaba y ¿qué había hecho?, se había ido, largado, es fumado, desaparecido de nuevo y por completo.

Ni siquiera ahora, después de las mil y una vueltas de cabeza, sabría decir por qué exactamente escogió ese instante de debilidad. Supuso que nadie disfruta tanto del humor negro como el destino y mientras lo pensaba,  apretó inconscientemente el puño y le chirriaron los dientes. “Ah, que furcio”-pensó. Se sumió en una espiral negra, como el ébano,  e inhaló y expiró varias veces, tratando de  relajarse. Entonces se prometió a si misma lo mismo que se había jurado las otras veces: que esta vez estaría atenta, no bajaría la guardia, las murallas serían más altas que nunca de manera que no habría próxima vez. Pero sabía que era una de esas batallas en las que aunque sospechas que las tienes perdidas de antemano, no puedes evitar pelear hasta el final.

Con esa resolución, se alejó suavemente del exterior, midiendo con cautela sus movimientos. Crítica, fría, analítica, ya no habría impulso que valiera. Sus pasos resonaron lúgubremente en el pasillo y la puerta chirrió un poco cuando entró a ver al herido. Se quedó quieta en la puerta, sorprendida, viendo como una enfermera le ponía varias tiritas. “No digas chorradas”, -dijo antes de que pudiera articular cualquier sonido. Así que cruzó la estancia y se sentó  en la cama mirando a la pobre víctima. Fue entonces cuando  sintió como una mano se posaba suavemente sobre su hombro y sintió una extraña sensación, no podía ser… era alivio. Ese solo gesto la había reconfortado más que mil palabras. En consecuencia, la martirizada mente se quedó quieta al fin, dejándose arropar por la otra, mientras ambas miraban al lastimado corazón que latía plácidamente sobre la cama.

 

Café hervido

Cada vez me está gustando más encontrar el valor para mirarte a los ojos....

De verdad que sí. Deben estar conectados por algún mecanismo con esa sonrisa, porque de repente uno de los dos, o los dos, se iluminan. 

Entonces, ¿quieres ser mi océano? ¿me dejas bañarme un rato? no te voy a pedir amor eterno, tranquilo, sé que los príncipes salís rana. Me conformo con que me roces, ni siquiera con tu cuerpo sino con la calidez de la curvatura de tus labios. Ríeme y yo te querré por los dos

No sé, eras especial...

No sé, eras especial...

Eres de esas personas por las que vale la pena esperar toda una vida bajo la lluvia. Sí, de las de sonrisa sincera y ojos grandes. De las de inocencia de niña.

Tienes esos gestos que te hacen única. Como cuando piensas y te retuerces el mechón de pelo, negro, como la noche, o sonríes de forma especial a la cámara.

Tienes también la humildad de los grandes, la generosidad de los pobres y una timidez tierna, muy tierna, que desaparece tras el primer intercambio de sonrisas.

Tienes la magia que trastoca todos los esquemas, tienes la diferencia que no te excluye sino que te hace más especial. Porque solo tú sabes parar el mundo para enseñarnos dos manos desnudas que, como dos ojos que ven por primera vez el mundo, como las ventanas que se abren al aire más puro de la montaña, dejan escapar el bello aleteo de las mariposas.

Villanos

Jamás quise ser el malo de la película. Las brujas, en concreto, siempre me dieron miedo; con su nariz ganchuda, con sus ojeras marcadas y esa mirada malvada que se tragó la luz del mundo dejando dos pozos negros. Los fantasmas, los piratas, los demonios... todos han conformando el eterno centro de mis pesadillas.

Me faltó empatía, supongo. Porque ahora que los entiendo he dejado de temerlos.

Pero, "¿por qué son malos los malos?". Ahora más que nunca deberías saber mi respuesta.

¿Sabes por qué son malos los malos? Porque en algún momento de su vida vino una persona salida de cualquier parte y los hirió, mortalmente, acabando con su alma por el camino. Porque aunque amaron con fuerza,  nunca jamás fueron correspondidos. Porque pese a que lo dieron todo de sí, su esfuerzo no se vio reflejado en ninguna parte. Estoy segura de que los malos perdieron a más de un amigo más de una vez. A los malos les faltó comprensión y un par de finales felices. 

¿Sabes por qué los malos son tan rejodidamente malos?

Los malos son malos, porque se cansaron de ser buenos.

No te engañes....

-A ver…. ¿cómo te lo explico?

-No, no, si ya lo sé

-¿Entonces?

-Nada.

-Eso no me sirve.

-Ya…

-Bueno, pero otra solución habrá ¿no?

-…. Ahora mismo no se me ocurre cual…

-¿Prefieres que te mienta?

-A lo mejor no es que me mientas, a lo mejor sería la primera vez que te dices la verdad.

Desregulación Salvaje

Esta noche voy a llorarle a una guitarra. Voy a dejar que sea el alma y no el cerebro la que tome el control y se desborde, inundando a su paso un par de miedos y complejos.

Romperé mis cuerdas vocales gritando a los acordes y no a ti. Me acordaré de las letras más bonitas a medida que la melodía invada el escenario y olvidaré el resto. Me quedaré sola entre la gente.

Y será entonces cuando la maldita guitarra me recoja entre sus brazos y me cante al oido lo que nadie más puede hacer. Seré única por un instante, nadie más sentirá lo mismo al mismo tiempo. Solo ella probará mis lágrimas y se humedecerá mientras los demás permanecen impermeables.

Se convertirá en un secreto de los que nadie conoce porque es demasiado efímero. Porque solamente durará una canción.