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instaladoenungerundio

La magia del directo

Fris fras, golpe de brocha va y viene por mi cara. Tapa manchas, tapa ojeras, tapa marcas.. pero no tapa el miedo. Mi cara es un lienzo, hoy lo estoy pintando porque debo, pero sigue siendo el mismo cuadro de siempre con una pequeña restauración.

Y escondo bajo el rímel y la raya de ojos las lágrimas, para que así mi cerebro los use de excusa para parar al lacrimal cuando la razón pierda el control y se lo deje a la emoción. Y luego me pinto los labios, de mala gana, porque así escondo la sonrisa triste y compongo una imagen falsa, que odio, pero que el resto del mundo acepta mejor. El espejo me devuelve una mirada que no es la mía, dice que me la guarda para cuando vuelva y me pueda quitar el disfraz.

Mis dedos recorren el marco, se contienen para no arañar las nuevas capas con las uñas y después caen lánguidos a los lados. Suspiro, me hago fuerte y me asomo a la calle. Cae lluvia ácida un día más. Cuando las gotas martillean contra la máscara se entrelazan los caminos que dibujan en mi piel. Entonces corro, escapo de aquellas que quieren desmontar mi farsa y me refugio donde puedo, para arreglar los desperfectos. Por fin, abro una puerta lateral y voy de escenario en escenario, como en una feria ambulante, bailando flamenco de aquí a allá. Pero hoy lo ha augurado la lluvia, no pisaré bien, se me romperá el tacón o mi voz se quebrará cuando pronuncie mi nombre. Por la maldición gitana, el público no aplaudirá esta vez. Y sin ese sonido la máscara parece resquebrajarse. La recompongo a duras penas para la próxima función y esta vez tenues aplausos se oyen desde las últimas filas. Con ellos, se pierde medio pintalabios por el camino. Espero a que se apaguen los focos y nadie me mire para dejar el escenario, ahora en penumbra, y volver dando un paseo a mi casa. La lluvia cae de nuevo, pero ahora es dulce y suave, limpiando con cuidado los pocos restos de la persona real que espera, como siempre, a que se baje el telón para poder actuar.

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