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Alegoría

De los niños hiperbólicos los dos fuimos especímenes excelentes. Yo, que leía cuentos sin saber las letras y teorizaba sobre la extinción de los dinosaurios y la existencia de Dios; tú, que recitabas las capitales del mundo y los huesos del cuerpo antes de alcanzar la primaria. Un par de niños repelentes, un perfecto clic cósmico. 

Creo que lo supe incluso entonces. Quizá por eso formas parte de uno de mis primeros recuerdos: los dos encajados en una barquita de metal, cantando una canción absurda. Apuesto lo que quieras a que ya afinabas todas las notas. ¿Nos mecía alguien? A mí me gusta pensar que no, que nos bastábamos solos, como niños salvajes, como piratas.

Recuerdo que atardecía porque cuando la barca se impulsaba con fuerza mirábamos hacia ese cielo de verano, las nubes, la luz. Lo sé porque el resto del tiempo te miraba a ti, a ti y a esos ojos negros como el espacio. Cómo te reías. Cómo me hacías reír. Nos convertiste en ejemplares comunes de aves exóticas. Niños oximorónicos.

¿Cuánto tiempo tardamos en volver a vernos? Era complicado entender que no éramos amigos cuando te tenía siempre de fondo, como ruido blanco. En realidad, para cuando volvimos a serlo todo era complicado de entender. ¿Cómo rodearme siempre de letras y quedarme sin palabras justo cuando te veía? Adolescente paradójica. ¿Cómo explicar el aumento de la frecuencia cardiaca cuando me mirabas -BUM, BUM-, me enseñabas tu música -BUM, BUM, BUM- o... me tocabas -un largo BIP? Adolescente onomatopéyica. 

Era un completo desastre, lo sé. Pura epopeya trágica. Lo supe en el momento en que te pedí que te quedaras y me miraste sin mirar. Lo entendí cuando me convertiste en los puntos suspensivos de tu paréntesis mientras buscabas a otras en los veranos que siguieron. Caló hondo cuando, de todos los lugares del mundo, me ignoraste en Italia. ¡En Pisa! Maldito adolescente elíptico. 

¿Cuánto llevamos ya en esta elipsis? Romperla ahora sería antipoético. Nunca te lo dije pero hace unos años vi nuestro viejo columpio abandonado en el bosque. Dejado a la suerte de la lluvia, del viento y los animales. Del tiempo. Como nosotros,-pensé. Toda una adulta metafórica. 

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